

¡Ahora Entiendo!
T om pensaba que Navidad era una falsedad.El no era una persona indeseable, mas bien era bondadoso, decente y generoso, pero le costaba creer eso de la encarnación que las iglesias proclaman en Navidad, y era honesto al decirlo.
-“Siento mucho
desilusionarte,”
le dijo a su
esposa, quien
era una fiel
creyente. –“Pero
simplemente no
puedo entender
esa pretensión
de que Dios se
hizo hombre. No
me hace ningún
sentido.” En la
víspera de
Navidad su
esposa e hijos
acostumbraban
ir a la iglesia
para el servicio
de medianoche.
El rehusó
acompañarles.
–“Me
sentiría como un
hipócrita,” les
dijo. “Prefiero
quedarme en casa
pero les
esperaré
levantado hasta
que regresen.”
Tan pronto la
familia salió
comenzó a nevar.
Fue a la ventana
y observó los
copos de nieve
haciéndose cada
vez más pesados.
–“Si hemos de
tener Navidad,”
pensó, “Sería
bueno que sea
blanca.” Regresó
a su silla cerca
de la chimenea y
comenzó a leer
el periódico.
Minutos más
tarde, se
sobresaltó al
escuchar un
sonido que
retumbó sus
oidos. A ese le
siguió otro, y
luego otro.
Pensó que
alguien estaría
tirando bolas de
nieve a la
ventana de
cristal.
Cuando se
levantó y fue a
la puerta a
investigar,
encontró una
bandada de
pájaros
amontonados
miserablemente
en la nieve. En
un desesperado
intento por
guarecerse de la
tormenta
trataron de
volar a través
de su ventana.
-“No puedo dejar
tiradas ahí a
esas pobres
criaturas que se
congelen,”
pensó. “¿Pero
qué puedo hacer
para ayudarles?
Se acordó del
granero donde
estaba el
caballito de sus
niños. El lugar
sería un refugio
caliente y
seguro. Se puso
su abrigo y
caminó por el
montón de nieve
hacia el
granero. Abrió
las puertas
completamente y
encendió la
lámpara, pero
los pájaros no
entraban. Pensó
que si les traía
comida ellos
entrarían, así
que regresó a la
casa a buscar
migajas de pan,
las cuales
esparció en la
nieve formando
un caminito
hasta el
granero.
Para su asombro,
los pájaros
ignoraron las
migajas y
continuaron
brincando en la
nieve
sintiéndose
desamparados.Trató
de espantarlos
caminando alrededor
de ellos y
moviendo sus
brazos para ver
si se refugiaban
en el granero,
pero estos se
esparcieron en
todas las
direcciones
menos en el
lugar ca-
liente y
alumbrado.
“Ellos me ven
como una
criatura extraña
y espantosa,”
pensó para sí.
“Y a mí no se me
ocurre alguna
manera de
hacerle saber
que pueden
confiar en mí.
Si sólo pudiera
ser un pájaro yo
mismo por
algunos minutos,
podría ser que
se dejaran guiar
al refugio
seguro…”
En ese preciso
instante, las
campanas de la
iglesia
comenzaron a
sonar. Tom
permaneció
quieto y en
silencio por un
momento,
escuchando las
campanas tañendo
notas musicales
de la Navidad.
Se tiró de
rodillas sobre
la nieve… “Ahora
entiendo lo que
no entendía,” se
dijo en voz
baja. “Ahora sé
por qué tuviste
que hacerlo.”
Fuente:
Afterhours Insp.
Stories

C ESTA DE AMOR
"Aún en la vejez darán fruto; estarán
vigorosos y verdes..."
Salmo 92:14
María,
una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas
personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de
ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que
todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con
guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con
la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que
nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil
señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con
ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le
comentaba los acontecimientos del momento, le leía las
Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes
de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene."
A medida que las amigas de María iban
muriendo, ella se sentía triste porque
las extrañaba, pero nunca dejaba de
servir al Señor. Encontraba nuevas
amigas y seguía compartiendo el amor de
Dios hasta que Él la llamara a su hogar
celestial.
Como una firme cesta utilizada para una
gran variedad de necesidades prácticas,
María llenaba su corazón y su vida de
amor hacia los demás. Con el tiempo y
mucho uso, las cestas pueden quedar en
desuso, pero Dios sigue utilizando a sus
hijos para ayudar a otros, siempre y
cuando estemos dispuestos. Ya sea
que ministremos por medio de la oración,
supliendo sus necesidades físicas,
enviándoles tarjetas, o simplemente
haciendo una llamada telefónica, todavía
podemos servir a Dios.
María, no solo creía en Dios; ella vivía
la fe compartiendo su cesta de amor de
Dios con todos los que le rodeaban.

CUANDO SE CONOCE LA VERDAD
El tren comenzó a moverse. Iba lleno de gente de todas las edades, la mayoría obreros y jóvenes universitarios. Cerca de la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años, quien iba sobrecogido de gozo, encantado por el paisaje de afuera.
-"Mira, papá, el paisaje de los árboles verdes es hermoso".
La conducta del muchacho hizo que los demás pasajeros se molestaran. Todos comenzaron a murmurar acerca del joven por su extraño comportamiento.
-"Este tipo parece estar loco", un hombre le susurró a su esposa.
De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia caían sobre los pasajeros a través de la ventana abierta donde estaban sentados el anciano con su hijo. El muchacho, lleno de gozo decía: "Mira, papá, cuán hermosa es la lluvia..."
La esposa del hombre se molestó por las gotas de agua que mojaban su vestido nuevo. Ésta le dijo a su esposo: “¿No ves que está lloviendo? Usted, anciano, si su hijo no se siente bien, llévelo pronto a un asilo mental y no moleste a los demás".
El anciano titubeó primero pero, entonces, en tono muy bajo, contestó: -“Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana. Hace sólo una semana que recobró la vista, pues, nació ciego. La naturaleza es nueva a sus ojos. Por favor, perdonen la inconveniencia.”
Comentario: ¡Cuántas veces pasamos juicio sobre la conducta de otras personas sin conocer la verdad! ¡De cuántas maneras ofendemos por apresurarnos a hablar lo que no es! ¡En cuántas ocasiones llegamos a conclusiones erróneas por dejarnos llevar por las apariencias! La empatía necesaria brilla por su ausencia en muchos corazones. ¡Cuánta injusticia se comete con el prójimo, no sólo en los tribunales, sino en toda la sociedad!
“Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1Corintios 2:9
Por: Autor Desconocido

UNA BUENA LECCIÓN
Un joven universitario salió a dar un paseo con uno de sus profesores a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que le distinguía para con los estudiantes que seguían sus consejos. En el camino vieron un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo del lado y que a esa hora estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
-Hagámosle una broma, escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca debemos divertirnos a expensas de los demás. En lugar de eso tú puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
El joven hizo como le sugirió el profesor, y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre trabajador, al terminar sus tareas del día, llegó a buscar sus zapatos y su abrigo. Mientras se ponía el abrigo deslizó un pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Asombrado, se preguntó qué pudo haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados pero no vio a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Los sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, mencionando a su esposa enferma y a sus hijos que no tenían pan y debido a una mano generosa desconocida podrían comer esa tarde.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Ahora –dijo el profesor-, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:
-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir.
Tomado de: Historias de aliento para la familia
Autor Desconocido

Mi Primera Navidad
Yo
tenía 8 años de
edad cuando
llegamos a los
Estados Unidos
de América
después de
muchos años en
los campos de
concentración.
Éramos cinco
hermanos, yo era
la mayor, y mi
mamá. Mi padre
había muerto y
mi mamá tomó la
difícil decisión
de venir a los
Estados Unidos.
Nos alojamos en
un sector muy
pobre. Nunca
habíamos
escuchado sobre
la Navidad, pero
ese primer año
en esta nación
vivimos nuestra
primera
experiencia.
Una noche
mientras nos
retirábamos a
descansar,
escuchamos
toques en la
puerta. Uno de
mis hermanos
abrió y ahí
estaban unas
personas mayores
paradas con
bolsas de comida
en sus manos.
Nosotros no
hablábamos ni
una palabra en
Inglés, pero les
dejamos entrar
de todas
maneras. Se
sentaron y
comenzaron a
entonar cánticos
de Navidad. Nos
sentimos
regocijados y
tratamos de
cantar con
ellos.
Intentaron
comunicarse pero
no lo lograron.
Permanecieron
junto a nosotros
de 10 a 15
minutos, luego
se retiraron.
Tan pronto
salieron fuimos
por las bolsas
de comida. Había
cereales,
galletas, comida
enlatada y
muchas otras
cosas más. Eran
comestibles que
no
acostumbrábamos
a comprar pues
eran muy
costosos. Fue
una gran Navidad
para nosotros
pues pudimos
disfrutar de
comida con la
que no
contábamos.
Esa primera Navidad
ha permanecido
en mi memoria y
la he compartido
con mis hijos.
No se trata de
cuántos regalos
puedan recibir o
cuán costosos
estos sean, pues
eso, con el
tiempo, se
borrará de la
memoria, pero el
verdadero regalo
es la
experiencia de
compartir con
alguien que sea
menos
afortunado.
Donde quiera que
se encuentren
quiero darle las
gracias. Estoy
segura que su
gesto de bondad
contribuyó a
formarme y a
valorar las
cosas en la
vida.
Por: Meyian
Cuando Dios mide
a las personas,
coloca la cinta
métrica
alrededor
del corazón y no
de la cabeza.

Una Historia de Acción de Gracias
“Sobrelleven
unos las cargas
de los otros, y
cumplan así la
ley de Cristo.”
Gálatas 6:2
 Era
la víspera del
Día de Acción de
Gracias, el
primero que mis
tres hijos y yo
pasaríamos sin
su padre, quien
se había ido
varios meses
atrás. Los dos
niños mayores
estaban enfermos
con gripe, y al
menor le habían
recomendado
descanso en cama
por una semana.
Era un día frío
y nublado y
estaba
lloviznando. Mi
cansancio iba en
aumento mientras
me movía de un
sitio a otro
tratando de
atender a cada
uno de mis
hijos:
termómetros,
jugo, pañales,
etc. Los
líquidos que
debía darle se
me estaban
agotando
rápidamente y
cuando busqué en
mi bolso,
solamente
encontré $2.50…
y se suponía que
esa cantidad me
durara hasta el
final del mes.
En eso oí sonar
el teléfono.
Era la
secretaria de la
iglesia donde
antes
asistíamos. Me
dijo que habían
estado pensando
en nosotros y
que tenía algo
para darnos de
parte de la
congregación. Le
dije que iba a
salir a comprar
más jugo y sopas
para los niños y
que pasaría por
allá de camino
al mercado.
Llegué a la
iglesia justo
antes de la hora
de almuerzo. La
secretaria me
recibió en la
puerta y me
entregó un sobre
especial de
regalo.
“Pensamos en ti
y en los chicos
a menudo,” me
dijo; “los
tenemos en
nuestros
corazones y
oraciones. Les
amamos.” Cuando
abrí el sobre,
contenía dos
certificados de
alimentos por el
valor de $20
cada uno. Me
sentí tan
conmovida que
comencé a
llorar. “Muchas
gracias,” le
dije, mientras
nos abrazábamos.
“Por favor,
llévale nuestro
amor y
agradecimiento a
la iglesia.”
Luego me dirigí
a una tienda
cerca de nuestra
casa y compré
algunos
artículos que
necesitaba con
urgencia para
los niños. La
cantidad a pagar
era un poco más
de $14, por lo
que le entregué
uno de los
certificados de
regalo a la
cajera. Ella lo
tomó y se viró
de espalda por
un tiempo que
consideré algo
prolongado.
Pensé que había
algo mal y le
dije, “Ese
certificado de
regalo ha sido
una gran
bendición. La
iglesia donde
asistíamos nos
lo regaló
sabiendo que soy
una madre
soltera tratando
de subsistir.”
La cajera se dio
vuelta con
lágrimas en sus
ojos llenos de
ternura y
contestó,
“¡Querida, qué
bueno, eso es
tremendo!
¿Tienes un
pavo?”
“No, está bien,
pues mis hijos
están enfermos
de todas
maneras.” le
contesté.
Entonces me
preguntó,
“¿Tienes algo
más para la cena
de Acción de
Gracias?”
Nuevamente le
contesté, “No.”
Después de darme
lo que sobró del
certificado, me
miró y me dijo,
“Querida, no
puedo decirte el
porqué ahora
mismo, pero
quiero que
regreses al
interior de la
tienda y tomes
un pavo, pastel
de calabaza y
cualquier otra
cosa que
necesites para
la cena de
Acción de
Gracias.”
Me quedé
estupefacta y
las lágrimas
comenzaron a
fluir. “¿Estás
segura?” Le
pregunté. “Sí.
Toma todo lo que
necesites y coge
también más jugo
para los
chicos.”
Me sentí
incómoda al
regresar a tomar
más alimentos,
pero seleccioné
un pavo fresco,
batatas y papas
y algunos jugos
para los niños.
Luego regresé
donde estaba la
misma cajera.
Mientras
colocaba los
alimentos en el
mostrador, ella
me miró con
lágrimas en sus
ojos y comenzó a
hablar.
“Ahora te puedo
decir. Esta
mañana oraba
para que pudiera
ayudar a alguien
en el día de
hoy, y llegaste
tú.” Buscó su
bolso que estaba
debajo del
mostrador y sacó
un billete de
$20. Pagó por
mis alimentos y
luego me entregó
el cambio. De
nuevo me puse a
llorar.
La dulce joven
me dijo, “Soy
cristiana. Este
es mi número de
teléfono por si
alguna vez
necesitas algo”
Luego tomó mi
cabeza en sus
manos, me dio un
beso en la
mejilla, y me
dijo, “Dios te
bendiga,
querida.”
Mientras
caminaba hacia
mi automóvil me
sentí
profundamente
conmovida por el
amor de una
persona extraña
y por realizar
cuánto Dios ama
a mi familia
manifestando su
amor a través de
gente bondadosa.
Ese año se
suponía que los
niños pasaran el
Día de Acción de
Gracias con su
padre, pero
debido a la
gripe tuvieron
que quedarse
conmigo y
pasamos un Día
de Acción de
Gracias
verdaderamente
especial. Se
sintieron mejor
y todos pudimos
comer de lo
sabroso de la
generosidad del
Señor, y
nuestros
corazones se
desbordaron en
agradecimiento…
Por: Andrea N.
Mejía
“El que siembra
escasamente,
también segará
escasamente; y
el que siembra
generosamente,
generosamente
también segará.
Y poderoso es
Dios para hacer
que abunde en
ustedes toda
gracia, a fin de
que teniendo
todo lo
suficiente,
abunden para
toda buena obra.
Como está
escrito:
Repartió, dio a
los pobres; su
justicia
permanece para
siempre.” 2
Cor intios
9:6,8-9

LA
LECCIÓN DEL ANILLO
Vengo,
maestro, porque
me siento tan
poca cosa y de
tan poco valor
que no tengo
fuerzas para
hacer nada. Me
dicen que no
sirvo, que no
hago nada bien,
que soy torpe y
bastante tonto.
¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué
puedo hacer para
que me valoren
más?"
El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.
Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.
-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.
58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.
Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Autor
Desconocido

LA
TENSIÓN Y LA SERENIDAD
"Despedida la multitud, subió al monte a
orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo." Mateo
14:23
"Linda,"
le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas
las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró
profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño
que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.
La tensión se ha convertido en algo muy
común, sobre todo en la última década.
En algún momento de la vida, a todos nos
abruman las muchas cosas que tenemos que
hacer y las tendencias perfeccionistas.
En el artículo "Confesiones de un adicto
al trabajo" el psiquiatra Paul Meier
escribió:
"Habiendo crecido con una sobredosis de
ética laboral evangélica, fui un alumno
sobresaliente que, de alguna manera, me
extralimitaba...Era un adicto al trabajo
de primera clase y estaba orgulloso de
mí mismo. Creía que eso era lo que Dios
quería de mí."
Pero después, con la ayuda de algunos
amigos, la convicción del Espíritu Santo
y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier
estableció nuevas prioridades. En su
lista figuraba primero:
"Conocer a Dios personalmente."
Hizo la siguiente observación: "Aprendí
a aceptar que vivo en un mundo
imperfecto. No tengo que tratar de
suplir todas las necesidades de mis
semejantes. Aprendí a confiar en Dios en
vez de salir a auxiliar al mundo. De
todas maneras, Él va a hacer el trabajo
mucho mejor."
También Jesús debe de haberse sentido
exhausto por las exigencias que recaían
sobre su persona. Cuando se fue a orar a
solas, nos dio un significativo ejemplo
que debemos seguir todos los días.
"Querido Padre celestial, ayúdame a que
la serenidad sea una prioridad en mi
vida, sin importar la hora del día. En
todo momento, puedo venir solo al huerto
y escuchar tu voz."

¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO?
Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.
Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”
Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?” Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.
Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”
De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray

JARDINES
SECRETOS
"Esta tierra que era asolada ha venido a
ser como huerto del Edén."
Ezequiel 36:35
La
obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett,
ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin,
el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder
reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido,
exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de
Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un
jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una
puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se
pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido
en el jardín.
Poco a poco, Mary persuade a Collin a
que, paso a paso, deje su egoísmo y
trate de sanarse. Finalmente, prevalece
su tenaz insistencia y Collin pasa
tiempo afuera, restaurando el jardín que
con tanta dedicación había plantado y
cuidado su madre. El jovencito volvió a
cobrar ánimo y se le fue la tristeza y
la amargura del corazón. El trabajo en
el jardín lo ayudó a sanar, no solo en
el cuerpo y espíritu, sino en la
relación distante con su padre.
Los jardines que no se cuidan durante
años, producen espinas que ahogan la
vida y ocultan la belleza. Pero, al
quitar los escombros del pasado y abrir
camino en esos jardines descuidados,
descubrimos algo notable: Hay una vida
dulce y hermosa esperando ser llena de
la divina fragancia del cielo. Alrededor
nuestro hay "jardines" que esperan ser
descubiertos, y están en nuestra casa,
en el vecindario, en la escuela, en el
trabajo. Se nos ha dado la llave, y no
es un secreto cuáles son los jardines
que podemos ayudar a hermosear al
compartir el amor de Dios con los demás.

LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA
Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles.
Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta enviarnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura".
Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.
A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.
Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera.
Autor Desconocido
Ls
Artículos que no están identificados con su autor abajo,
fueron tomados
del Libro: En el Jardín con Dios




"He
aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un
Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11
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