

Presté a mi Hijo en Navidad
¿Habrá un lugar
donde podamos
tomar
prestado a un
niñito
de 3
a
4
años de edad por
el tiempo de la
Navidad? Tenemos
una casa hermosa
y lo cuidaremos
muy bien, y lo
devolveremos
sano y salvo.
Nosotros
teníamos un
niñito, pero no
pudo quedarse y
¡o echamos tanto
de menos cuando
llega la
Navidad. -N.
Muller
Mientras
leía en el
periódico local
el reclamo que
aparece arriba,
algo me sucedió.
Por primera vez
desde el
fallecimiento de
mi esposo, pensé
en la tristeza
como parte de la
vida de otra
persona .
Unos meses
atrás, recibí
noticia de
Washington
comunicándome
que mi esposo
había muerto en
servicio. Llena
de tristeza y
amargura, tomé a
mi hijito y me
regresé al
pueblo donde
nací. Me fui a
trabajar para
sostener a mi
hijo y el tiempo
me había ayudado
a borrar algunas
heridas en mi
corazón. Pero
había ocasiones
especiales en
que el dolor
volvía a tocarme
y la soledad me
envolvía.
En esa Navidad
en particular,
la tristeza
empezaba a
asomarse cuando
mis ojos se
posaron en la
columna del
periódico donde
aparecía el
anuncio. “ Nosotros
teníamos un
niñito, pero no
pudo quedarse, y
lo echamos tanto
de menos…”
Yo también sabía
lo que era
extrañar a
alguien, pero,
por lo menos,
yo tenía a mi
hijito conmigo
Yo sabía cuán
opaco se torna
el resplandor de
la Navidad a
menos que vea el
brillo que
produce el gozo
en los ojos de
un niño.
Contesté el anuncio comunicándome con la persona. El que lo escribió y envió al periódico era un hombre viudo quien vivía con su mamá. Había perdido a su querida esposa y a su hijito durante el mismo año.
Esa Navidad, mi
hijo y yo
compartimos con
ellos y
disfrutamos de
un día hermoso y
lleno de gozo.
Aún sin
conocernos, nos
unimos en una
causa, y
encontramos una
felicidad que
dudamos que
fuera a
repetirse jamás.
Pero la mejor
parte es que
este gozo llegó
para quedarse a
través de los
años
y por todas las
navidades desde
entonces. Pues,
sabrán,
que el hombre
que escribió
aquella carta,
unos meses
después, se
convirtió en mi
esposo.
Por:
Mrs. N. H.
Muller

Quiero ese...
Escuché
cierta historia
sobre un
granjero que
tenía unos
cachorritos
para
la
venta.
Hizo un rótulo
para anunciarlos
y lo clavó en un
poste a la
orilla
de
su patio.
Mientras
insertaba el
clavo en el
rótulo sintió
que lo halaban
por
su pantalón. Vió
que era un
niñito con una
amplia sonrisa
en su ros-tro y
algo en su mano.
-“Señor,” -le
dijo- “deseo
comprar uno de
sus perritos.”
-“Bueno,” –dijo
el granjero-
“Estos cachorros
son de padres de
raza muy fina y
cuestan
bastante.
El niño bajó la
cabeza por un
momento, y
volvió a mirar
al granjero y le
dijo, -“Tengo 39
centavos. ¿Será
suficiente para
ir a verlos?”
-“Claro,” –dijo
el granjero. En
eso silbó y
llamó: -“Dolly,
ven aquí,
Dolly.” De la
casita de los
perros salió
Dolly seguida
por cuatro
bolitas de lana.
Los ojitos del
niño brillaban
de alegría.
Un rato más
tarde salió otro
perrito de la
casita; éste
notablemente más
pequeño. Se
deslizó por la
rampa y comenzó
a cojear en un
intento inútil
de alcanzar al
resto. El
cachorro era
claramente la
mancha de las
crías.
El niñito pegó
su cara a la
verja y gritó,
-“Quiero ese,”
–señalando al
cojito.
El granjero se
arrodilló y le
dijo, -“Hijo, no
creo que quieras
ese cachorro. El
nunca podrá
correr ni jugar
contigo como a
ti te gustaría.”
El niño se dobló
y lentamente se
subió una pata
del pantalón. Al
hacerlo dejó al
descubierto una
abrazadera de
metal en ambos
lados de su
pierna agarrada
a un zapato
especial.
Mirando hacia
arriba al
granjero, le
dijo,
-“Ve, señor, yo
mismo no puedo
correr muy bien,
y él va a
necesitar de
alguien que lo
entienda.”
Por: Charles
Stanley
“De cierto os
digo, que si no
os volvéis y os
hacéis como
niños, no
entraréis en el
reino de los
cielos. Así que,
cualquiera que
se humille como
este niño, ése
es el mayor en
el reino de los
cielos.” Mateo
18:3-4

¿Verja o Puente?
Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria
e
intercambiar
labores y víveres
según necesitaban, sin reparo alguno. La
colaboración
de
tanto
tiempo
se
desmoronó.
Comenzó
con
un
malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló
en
un
intercambio
de
palabras
ofensivas
seguido
de
semanas
de silencio.
Una mañana
tocaron a la
puerta de la
casa de John, el
hermano mayor.
Al abrir, había
un hombre con
una caja de
herramientas de
carpintero.
-Estoy buscando
trabajo por unos
días, -le dijo
el hombre- A lo
mejor tiene
usted alguna
tarea que yo
pudiera
realizar.
¿Podría
ayudarle?
-Sí, dijo John-
Seguro que tengo
un trabajo para
usted. Mire el
riachuelo en esa
finca. Es de mi
vecino, de
hecho, es mi
hermano menor.
La semana pasada
había una
pradera entre
nosotros, mas
recientemente
usó su máquina
de excavar en el
dique del río y
ahora hay un
riachuelo entre
nosotros.
Seguramente lo
hizo para
fastidiarme
pero, yo le
tengo una mejor.
¿Ve usted ese
montón de madera
cerca del
granero? Quiero
que me levante
una verja de 8
pies de manera
que no vuelva a
ver más ni su
sitio ni su
cara.
El carpintero
dijo: -Creo que
comprendo la
situación.
Consígame los
clavos y el
martillo y le
haré un trabajo
que le agrade.
John tenía que
ir al pueblo a
algunas
diligencias por
lo que le ayudó
al carpintero a
organizar los
materiales y
salió hasta la
tarde. El
carpintero
trabajó duro
todo el
día—midiendo,
cortando y
clavando. Como a
la puesta del
sol cuando
regresó el
granjero, ya el
carpintero había
concluído su
tarea.
Los ojos de John
se abrieron
desmesuradamente
al ver que allí
no había ninguna
verja. ¡Lo que
había era un
puente… un
puente que
cruzaba de un
lado al otro del
riachuelo! Una
hermosa obra,
con pasamanos y
todo. Su vecino
y hermano menor,
venía hacia
ellos con su
mano extendida.
-Hermano, eres
tremendo sujeto,
¡construir este
puente después
de todo lo que
yo te he dicho y
hecho!
Los dos hermanos
se pararon en
cada extremo del
puente, y luego
se encontraron
en el medio,
tomándose las
manos
fuertemente. Se
voltearon y
vieron al
carpintero
echándose la
caja de
herramientas
sobre su hombro.
-¡No, espere!
Quédese algunos
días. Tengo
muchos otros
proyectos para
usted, -dijo el
hermano mayor.
-Me gustaría
quedarme, -dijo
el carpintero-
pero tengo
muchos más
puentes que
construir.
Autor
Desconocido

AGRADECIMIENTO
Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.
Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”
Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.
Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.
Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.
Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.
Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.” Mi lema desde entonces ha sido:
“La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23
Por: Davy Jones

El Regalo Perfecto
Recuerdo
que de niño
acostumbraba, en
el día de
Navidad, bajar
corriendo la
escalera hasta
llegar donde
estaba el árbol
y mirar entre
los regalos para
ver cuál era el
más grande.
Siempre creí que
dentro de la
caja más grande
se hallaba el
regalo mejor y
más caro.
Pero según el
tiempo ha ido
trabajando en la
mente y alma de
un joven, he
aprendido que
cada uno de los
regalos es
especial, único
y de mucho
significado. De
hecho, los
regalos que más
yo recuerdo son
aquellos que han
salido del
corazón, como
uno de los
abrigos y
bufandas que ha
tejido con sus
manos mi madre.
Lo más
importante no es
el regalo en sí,
sino mas bien el
pensamiento que
está detrás y la
intención con
que se ofrece.
En esta Navidad
ya he sido más
que bendecido al
recibir el
regalo más
valioso del
mundo, mi novia
Angela. Sé que
el verdadero
significado de
la Navidad se
encuentra en la
palabra “dar.”
Me he prometido
a mí mismo
buscar y
encontrar el
regalo más
hermoso para la
chica más
hermosa.
Pasé muchos días
buscando en las
tiendas y en
numerosos
catálogos, pero
nada me
convencía. A
medida que la
Navidad se iba
aproximando me
cuestionaba si
al fin
encontraría ese
regalo
“perfecto.”
Decidí probar en
el centro
comercial de la
localidad una
vez más por si
había pasado por
alto alguna
tienda o
hubieran
colocado nueva
mercancía en los
estantes. Pero
según pasaba de
una tienda a
otra, nada
llamaba mi
atención.
Sintiéndome algo
frustrado, me
dirigí
lentamente hacia
la salida, pero,
antes de llegar
a la puerta, de
súbito encontré
lo que había
estado buscando.
No, este regalo
no lo encontré
en una tienda de
artículos
costosos y
llamativos, no
requiere una
envoltura de
hermoso papel
navideño
adornado con
cintas y lazos.
De hecho, este
regalo no tiene
un recibo de
compra ni tiene
que ser
devuelto.
Entonces, ¿dónde
encontré esta
maravilla, y más
impor-tante que
todo, qué cosa
es?
Lo encontré en
la mirada de una
pareja de
ancianos tomados
de la mano, lo
escuché en las
palabras
juguetonas entre
un abuelo y su
nieto, y lo vi
en la actitud de
una orgullosa
mamá primeriza.
Sí, el regalo
es AMOR. Por lo
tanto: “Angela,
en esta Navidad
yo te ofrezco mi
AMOR y espero lo
conserves por
siempre.” ¡Feliz
Navidad, TE AMO!
Por: Joseph M.
Rebecky

El Pequeño y el Grande
David
era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo.
Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el
combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era
guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad
para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el
símbolo filisteo de la fuerza física.
Risas burlonas
se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme
guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible?
Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el
mejor entre los filisteos.
¿Qué traía
David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la
guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad
alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro
desastre.
Mientras Goliat
se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba
su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat
confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño,
confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una
piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande,
fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil,
sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así
respalda a los que en Él confían.
Por miles de
años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría
tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han
dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la
cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por
la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había
fallado, el Todopoderoso Dios.
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó." Romanos 8:37

Amor que salva
Recuerdo a
un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando
con
él
en
cierta
esquina
y
me
contó su historia:
“Hace pocos años
yo era
propietario de
esta taberna –y
la señaló con el
dedo, en la
misma esquina.
En la parte
frontal había un
bar y en el
interior tenía
una sala de
juego; los
peores hombres
de la ciudad
ganaban y
perdían allí
miles de
dólares. En el
primer piso
había una casa
de mala nota y
yo era culpable
de ello.
En cierta
ocasión me fui
de vacaciones a
Chicago donde vi
a una hermosa
joven de la que
me enamoré
repentinamente.
Procuré tener su
amistad y ella
respondió a mi
amor. En treinta
días nos casamos
y la traje a
esta ciudad como
mi esposa. Tengo
una hermosa casa
decente en las
afueras. La
traje allí y le
conté de qué
modo hacía yo mi
fortuna; pero
ella no dejó de
amarme.
Muchas noches
volvía de mi
infame negocio
completamente
borracho y
lastimaba su
corazón; pero
ella nunca
perdió su buen
ánimo y
paciencia. Noche
tras noche me
atendía como a
un niño borracho
hasta que volvía
a estar sobrio
por la mañana.
Esa actitud de
ella me
quebrantaba.
Una mañana salí
de casa
decidido; vendí
mi negocio y por
primera vez en
muchos meses
volví a la casa
sobrio. Busqué a
mi esposa para
darle la
noticia, en la
sala de estar,
en el dormitorio
y en la cocina.
Finalmente la
hallé en el
cuarto de baño
arrodillada y,
al entrar sin
hacer ruido,
pude oir su
oración. Luego
me dijo que por
tres años pasaba
una hora cada
día en ese lugar
orando por mí.
Caí a su lado de
rodillas y di mi
corazón a
Jesucristo.
Desde entonces
he vivido por
Dios y su reino.
El amor de mi
esposa me atrajo
al amor de
Jesucristo, y
ese divino amor
redimió mi
alma.”
Autor
Desconocido

REGALO DE AMOR
Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.
A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.
Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”
El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.
En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.
Por: James Dobson
From Home with a Heart

MILAGRO DE NAVIDAD
 En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.
Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.
Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.
Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.
Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.
Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles

¿ERES DIOS?
 Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.
Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.
El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.
-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”
El niño se sobresaltó.
-“¡Oh sí, me gustaría!”
El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”
Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”
Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart

UN
SENDERO DE LUZ
"Lámpara es a mis pies tu Palabra y
lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105
Muchos
jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales
alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el
camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL,
E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una
glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y
frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que
resplandecían como diamantes.
Hasta la luz más pequeña colocada en el
lugar estratégico puede iluminar un gran
sector. Esto es lo que sucede en el
museo de Israel, en la sala en honor a
los niños que fueron asesinados en el
holocausto. Hay solamente seis velas que
alumbran la sala. ¿Cómo es posible?
Porque están estratégicamente colocadas
delante de varios espejos en ángulo, que
multiplican la luz de las llamas e
iluminan toda la sala.
Alrededor del año 1800, un monje llamado
Walter Denham, de Bélgica, colocó una
vela encima de sus gastados zapatos de
cuero. Luego, con las velas encendidas,
podía atravesar la fría y oscura abadía
de piedra dando un paso a la vez.
Tal vez te encuentres en medio de
oscuras circunstancias, ya sea que no
puedes controlar, o debido a un hábito
que no puedes dejar. Quizás te sientas
solo y vacío. De la misma manera en que
Walter usó las velas para alumbrar su
camino, tú también puedes encontrar tu
camino espiritual.
¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu
camino? Confíar en la ayuda de Dios es
como tomar una lámpara en la oscuridad.
Como la luz del amanecer disipa la
oscuridad de la noche, la Palabra de
Dios muestra la oscuridad de nuestro
corazón e ilumina la verdad de que
tenemos un Padre celestial que nos ama y
nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del
mundo.
La oscuridad es la ausencia de luz; y
como Dios es luz, en Él no hay tinieblas
algunas.

EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO
 Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.
Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.
Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.
Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:
- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:
-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!
El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:
-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…
Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.
Por: Autor Desconocido
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"He
aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un
Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11
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