MILAGRO DE NAVIDAD

En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.

Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.

Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.

Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.

Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.

Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles

¿VERJA O PUENTE?

Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria e intercambiar labores y víveres según necesitaban, sin reparo alguno. La colaboración de tanto tiempo se desmoronó. Comenzó con un malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló en un intercambio de palabras ofensivas seguido de semanas de silencio.

Una mañana tocaron a la puerta de la casa de John, el hermano mayor. Al abrir, había un hombre con una caja de herramientas de carpintero.

-Estoy buscando trabajo por unos días, -le dijo el hombre- A lo mejor tiene usted alguna tarea que yo pudiera realizar. ¿Podría ayudarle?

-Sí, dijo John- Seguro que tengo un trabajo para usted. Mire el riachuelo en esa finca. Es de mi vecino, de hecho, es mi hermano menor. La semana pasada había una pradera entre nosotros, mas recientemente usó su máquina de excavar en el dique del río y ahora hay un riachuelo entre nosotros. Seguramente lo hizo para fastidiarme pero, yo le tengo una mejor. ¿Ve usted ese montón de madera cerca del granero? Quiero que me levante una verja de 8 pies de manera que no vuelva a ver más ni su sitio ni su cara.

El carpintero dijo: -Creo que comprendo la situación. Consígame los clavos y el martillo y le haré un trabajo que le agrade.

John tenía que ir al pueblo a algunas diligencias por lo que le ayudó al carpintero a organizar los materiales y salió hasta la tarde. El carpintero trabajó duro todo el día—midiendo, cortando y clavando. Como a la puesta del sol cuando regresó el granjero, ya el carpintero había concluído su tarea.

Los ojos de John se abrieron desmesuradamente al ver que allí no había ninguna verja. ¡Lo que había era un puente… un puente que cruzaba de un lado al otro del riachuelo! Una hermosa obra, con pasamanos y todo. Su vecino y hermano menor, venía hacia ellos con su mano extendida.

-Hermano, eres tremendo sujeto, ¡construir este puente después de todo lo que yo te he dicho y hecho!

Los dos hermanos se pararon en cada extremo del puente, y luego se encontraron en el medio, tomándose las manos fuertemente. Se voltearon y vieron al carpintero echándose la caja de herramientas sobre su hombro.

-¡No, espere! Quédese algunos días. Tengo muchos otros proyectos para usted, -dijo el hermano mayor.

-Me gustaría quedarme, -dijo el carpintero- pero tengo muchos más  puentes que construir.                                                                          

 Autor Desconocido

EL REGALO PERFECTO

Recuerdo que de niño acostumbraba, en el día de Navidad, bajar corriendo la escalera hasta llegar donde estaba el árbol y mirar entre los regalos para ver cuál era el más grande. Siempre creí que dentro de la caja más grande se hallaba el regalo mejor y más caro.

Pero según el tiempo ha ido trabajando en la mente y alma de un joven, he aprendido que cada uno de los regalos es especial, único y de mucho significado. De hecho, los regalos que más yo recuerdo son aquellos que han salido del corazón, como uno de los abrigos y bufandas que ha tejido con sus manos mi madre. Lo más importante no es el regalo en sí, sino mas bien el pensamiento que está detrás y la intención con que se ofrece.

En esta Navidad ya he sido más que bendecido al recibir el regalo más valioso del mundo, mi novia Angela. Sé que el verdadero significado de la Navidad se encuentra en la palabra “dar.” Me he prometido a mí mismo buscar y encontrar el regalo más hermoso para la chica más hermosa.

Pasé muchos días buscando en las tiendas y en numerosos catálogos, pero nada me convencía. A medida que la Navidad se iba aproximando me cuestionaba si al fin encontraría ese regalo “perfecto.” Decidí probar en el centro comercial de la localidad una vez más por si había pasado por alto alguna tienda o hubieran colocado nueva mercancía en los estantes. Pero según pasaba de una tienda a otra, nada llamaba mi atención. Sintiéndome algo frustrado, me dirigí lentamente hacia la salida, pero, antes de llegar a la puerta, de súbito encontré lo que había estado buscando.

No, este regalo no lo encontré en una tienda de artículos costosos y llamativos, no requiere una envoltura de hermoso papel navideño adornado con cintas y lazos. De hecho, este regalo no tiene un recibo de compra ni tiene que ser devuelto. Entonces, ¿dónde encontré esta maravilla, y más impor-tante que todo, qué cosa es?

Lo encontré en la mirada de una pareja de ancianos tomados de la mano, lo escuché en las palabras juguetonas entre un abuelo y su nieto, y lo vi en la actitud de una orgullosa mamá primeriza.

Sí, el regalo es AMOR. Por lo tanto: “Angela, en esta Navidad yo te ofrezco mi AMOR y espero lo conserves por siempre.” ¡Feliz Navidad, TE AMO!

Por: Joseph M. Rebecky

QUIERO ESE...

Escuché cierta historia sobre un granjero que tenía unos cachorritos para la venta. Hizo un rótulo para anunciarlos y lo clavó en un poste a la orilla de su patio. Mientras insertaba el clavo en el rótulo sintió que lo halaban por su pantalón. Vió que era un niñito con una amplia sonrisa en su ros-tro y algo en su mano.

-“Señor,” -le dijo- “deseo comprar uno de sus perritos.”

-“Bueno,” –dijo el granjero- “Estos cachorros son de padres de raza muy fina y cuestan bastante.

El niño bajó la cabeza por un momento, y volvió a mirar al granjero y le dijo, -“Tengo 39 centavos. ¿Será suficiente para ir a verlos?”

-“Claro,” –dijo el granjero. En eso silbó y llamó: -“Dolly, ven aquí, Dolly.” De la casita de los perros salió Dolly seguida por cuatro bolitas de lana. Los ojitos del niño brillaban de alegría.

Un rato más tarde salió otro perrito de la casita; éste notablemente más pequeño. Se deslizó por la rampa y comenzó a cojear en un intento inútil de alcanzar al resto. El cachorro era claramente la mancha de las crías.

El niñito pegó su cara a la verja y gritó, -“Quiero ese,” –señalando al cojito.

El granjero se arrodilló y le dijo, -“Hijo, no creo que quieras ese cachorro. El nunca podrá correr ni jugar contigo como a ti te gustaría.”

El niño se dobló y lentamente se subió una pata del pantalón. Al hacerlo dejó al descubierto una abrazadera de metal en ambos lados de su pierna agarrada a un zapato especial. Mirando hacia arriba al granjero, le dijo,

-“Ve, señor, yo mismo no puedo correr muy bien, y él va a necesitar de alguien que lo entienda.”

Por: Charles Stanley

“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Mateo 18:3-4

AMOR QUE SALVA

Recuerdo a un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando con él en cierta esquina y me contó su historia:

“Hace pocos años yo era propietario de esta taberna –y la señaló con el dedo, en la misma esquina. En la parte frontal había un bar y en el interior tenía una sala de juego; los peores hombres de la ciudad ganaban y perdían allí miles de dólares. En el primer piso había una casa de mala nota y yo era culpable de ello.

En cierta ocasión me fui de vacaciones a Chicago donde vi a una hermosa joven de la que me enamoré repentinamente. Procuré tener su amistad y ella respondió a mi amor. En treinta días nos casamos y la traje a esta ciudad como mi esposa. Tengo una hermosa casa decente en las afueras. La traje allí y le conté de qué modo hacía yo mi fortuna; pero ella no dejó de amarme.

Muchas noches volvía de mi infame negocio completamente borracho y lastimaba su corazón; pero ella nunca perdió su buen ánimo y paciencia. Noche tras noche me atendía como a un niño borracho hasta que volvía a estar sobrio por la mañana. Esa actitud de ella me quebrantaba.

Una mañana salí de casa decidido; vendí mi negocio y por primera vez en muchos meses volví a la casa sobrio. Busqué a mi esposa para darle la noticia, en la sala de estar, en el dormitorio y en la cocina. Finalmente la hallé en el cuarto de baño arrodillada y, al entrar sin hacer ruido, pude oir su oración. Luego me dijo que por tres años pasaba una hora cada día en ese lugar orando por mí.

Caí a su lado de rodillas y di mi corazón a Jesucristo. Desde entonces he vivido por Dios y su reino. El amor de mi esposa me atrajo al amor de Jesucristo, y ese divino amor redimió mi alma.”

Autor Desconocido

REGALO DE AMOR

Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.

A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.

Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”

El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.

En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.

Por: James Dobson
From Home with a Heart

¿ERES DIOS?

Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.

Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.

El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.

-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”

El niño se sobresaltó.

-“¡Oh sí, me gustaría!”

El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”

Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”

Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart

EL LEGADO DE PAPÁ

Tengo una cajita de madera con una asa en bronce, sencilla, sin adorno alguno ni terminación lustrosa, ni está forrada en su interior. Las esquinas no cuadran y las bisagras de la tapa están empezando a chirriar. Pero es, una caja especial.

De vez en cuando la abro. Al levantar la tapa, quedan al descubierto recuerdos que me llevan a otra época y a otro lugar. Hay chucherías y una carta que, para el mundo no tienen valor alguno, pero para mí, son teso-ros invalorables. Esta caja me la regaló mi papá.

Una navidad, Papá hizo tres cajas para sus tres hijos. Él no era carpintero; algunas partes no están bien cortadas y las juntas no encajan a la perfección, pero para mí, un experimentado carpintero no lo hubiera hecho mejor. La perfección no está en su forma sino en la intención.

Mi caja fue hecha por manos callosas que conocían el trabajo duro, una mente que sabía lo que era la responsabilidad y un corazón que me amaba. En su interior, mi padre colocó una carta dirigida a mí. Ésta nunca será publicada o nominada para premio literario alguno. Es una sim-ple carta que expresa la ternura que a mi papá se le hacía difícil enunciar verbalmente. En ella manifiesta su orgullo y amor por mí. De la  ma-nera que sabía hacerlo, me decía que era feliz de tenerme como hijo.

Papá murió unos días después de aquella navidad. No dejó mucho dinero ni una casa grande; me dejó esa caja sencilla con un simple mensaje, pero, con ella… me dejó su amor.

A medida que pasan los años, esa caja ha ido adquiriendo más valor pa-ra mí. He llegado a percatarme de lo que en realidad simboliza. Es un recordatorio de que sólo los regalos del corazón tienen valor duradero.

Los lados lijados y barnizados representan el duro trabajo y la perseverancia con que debo luchar. La dureza de la madera simboliza la fortaleza necesaria para vencer las dificultades. Los defectos me demuestran que la perfección no está en la apariencia externa. Y, como la carta que guarda en su interior, la caja revela que la calidez y el amor, salen de adentro… del corazón.

Yo también tengo algunos bordes ásperos y juntas no muy bien encuadradas, pero, así como la amorosa carta llena el interior de la caja, sé que el perfecto amor de Dios me llena, haciendo de mí una pieza única.

Tomado de: Historias de Aliento para el corazón de la Familia

EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO

Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.

Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.

Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.

Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:

- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:

-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!

El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:

-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…

Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.

Por: Autor Desconocido

Un corazón dadivoso no espera recompensa ni elogios; tampoco supone un sacrificio su acción de caridad, porque al dar, lo hace con alegría.

“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” Proverbios 11:25

 NO TE RINDAS NUNCA

"No nos cansemos, pues, de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos."
Gálatas 6:9

Una vez más, la joven maestra leyó la nota adjunta a la hermosa planta de hiedra. "Gracias a las semillas que usted plantó, algún día seremos como esta hermosa planta. Le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotras. Gracias por invertir tiempo en nuestras vidas."

Una amplia sonrisa iluminó el rostro de la maestra mientras por sus mejillas corrían lágrimas de agradecimiento. Como el único leproso que manifestó gratitud hacia Jesús cuando fue sanado, las chicas a quienes les había dado clase en la escuela dominical, se acordaban de agradecer a su maestra. La planta de hiedra representaba un regalo de amor.

Durante meses la maestra regó fielmente la planta en crecimiento. Cada vez que la miraba, recordaba a esas jóvenes especiales y eso la animaba a seguir enseñando.

Pero al cabo de un año, algo sucedió. Las hojas comenzaron a ponerse amarillas y a caerse; todas, menos una. Pensó en deshacerse de la hiedra, pero decidió seguir regándola y fertilizándola. Un día, al pasar por la cocina, la maestra vio que la planta tenía un brote nuevo. Unos días después, apareció otra hoja, y luego otra más. En pocos meses, la hiedra estaba otra vez convirtiéndose en una hermosa planta.

Henry Drummond dice: "No pienses que no pasa nada, simplemente, porque no ves el crecimiento, o no escuchas el zumbido de los motores. Las grandes cosas crecen silenciosamente."

Hay pocas alegrías más grandes que la bendición de invertir fielmente amor y tiempo en las vidas de otras personas. Nunca, nunca te des por vencido!

EL NÁUFRAGO

El único sobreviviente de un naufragio llegó a una pequeña e inahabitada isla. Comenzó a orar fervientemente, pidiéndole a Dios que enviara a alguien que lo rescatara. Todos los días miraba al horizonte para ver si aparecía alguna ayuda, pero ésta nunca llegaba.

Cansado de esperar y resignado a su suerte, comenzó a construir una pequeña cabaña con los materiales que pudo conseguir en los alrededores para protegerse y asegurar las pocas posesiones que tenía. Un día, salió temprano a buscar comida, y cuando regresó encontró su pequeña choza envuelta en llamas; el humo era tanto que subía al cielo. Lo peor de todo fue que había perdido todas sus pertenencias. No podía explicarse qué pudo haber ocasionado el fuego.

Al encontrarse en semejante situación, la confusión se apoderó de él y muy enojado con Dios, le decía llorando: “Oh, Dios, ¿Cómo pudiste hacerme esto?” Agobiado por el llanto se quedó dormido sobre la arena.

Temprano en la mañana del día siguiente, escuchó asombrado un sonido y al mirar, vio un barco que se iba acercando a la isla. Llegaron a rescatarlo y éste, extrañado, le preguntó a sus tripulantes, “¿Cómo sabían ustedes que yo estaba aquí?” Sus rescatadores le contestaron: “Vimos las señales de humo que nos enviaste.”

¡Qué fácil es enojarse cuando las cosas nos van mal! Pero nunca debemos perder la fe, pues Dios está trabajando en nuestras vidas en medio de toda circunstancia. Recuerda… la próxima vez que tu choza se queme, puede ser simplemente una señal de humo salida de la Gracia de Dios para bendecirte.

Por todas las cosas que nos parecen negativas, debemos de creer que: “En ellas está Dios con una respuesta positiva.”

Por: Autor Desconocido

“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
 su alabanza estará de contínuo en mi boca.” Salmo 34:1

CAMINANDO EN EL HUERTO

"Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto."
Génesis 3:8

Para Cecilia no era común dormir hasta tarde, ni siquiera durante las vacaciones ya que se había criado en una granja. Pero muy de vez en cuando, su madre dejaba a sus hijos dormir hasta tarde. En una de esas raras ocasiones, a Cecilia la despertó el agradable olor y el ruido que hacía su madre al preparar el delicioso desayuno familiar. el aroma de la tocineta, llenaba toda la casa, y se oia el ruido que se hace al cocinar. El aroma del pan recién horneado también ayudaba a que los niños despertaran.

Una mañana de verano, la casa estaba en silencio, los hermanos de Cecilia estaban durmiendo y de la cocina no venía ningún ruido ni había ningún olor que indicara que se estaba preparando el desayuno. Cecilia vio que la puerta de atrás estaba abierta, y sin hacer ruido, salió al jardín, donde estaba su madre con mucho ánimo, quitando la maleza del huerto. La escena se desarrollaba ante sus ojos como si estuviera envuelta en un mullido manto mientras veía a su madre caminar por el huerto.

Adán y Eva vivieron en el único huerto perfecto. Ellos disfrutaban de condiciones perfectas en la naturaleza. A diario, caminaban por el huerto y hablaban con el Señor cara a cara. Adán y Eva escuchaban el ruido que hacía Dios al caminar en el huerto cuando se acercaba a ellos. En su espíritu, la mamá de Cecilia debe haber conocido la dulzura de la presencia de Dios al caminar en su huerto temprano en la mañana. Antes que las demandas del día ocuparan sus manos y su mente, sabiamente ella elegía las horas tempranas de la mañana para caminar con Dios en el huerto.

CUANDO SE CONOCE LA VERDAD

El tren comenzó a moverse. Iba lleno de gente de todas las edades, la mayoría obreros y jóvenes universitarios. Cerca de la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años, quien iba sobrecogido de gozo, encantado por el paisaje de afuera.

-"Mira, papá, el paisaje de los árboles verdes es  hermoso".

La conducta del muchacho hizo que los demás pasajeros se molestaran. Todos comenzaron a murmurar acerca del joven por su extraño comportamiento.

-"Este tipo parece estar loco", un hombre le susurró a su esposa.

De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia caían sobre los pasajeros a través de la ventana abierta donde estaban sentados el anciano con su hijo. El muchacho, lleno de gozo decía: "Mira, papá, cuán hermosa es la lluvia..."

La esposa del hombre se molestó por las gotas de agua que mojaban su vestido nuevo. Ésta le dijo a su esposo: “¿No ves que está lloviendo? Usted, anciano, si su hijo no se siente bien, llévelo pronto a un asilo mental y no moleste a los demás".

El anciano titubeó primero pero, entonces, en tono muy bajo, contestó:  -“Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana. Hace sólo una semana que recobró la vista, pues, nació ciego. La naturaleza es nueva a sus ojos. Por favor, perdonen la inconveniencia.”

Comentario: ¡Cuántas veces pasamos juicio sobre la conducta de otras personas sin conocer la verdad! ¡De cuántas maneras ofendemos por apresurarnos a hablar lo que no es! ¡En cuántas ocasiones llegamos a conclusiones erróneas por dejarnos llevar por las apariencias! La empatía necesaria brilla por su ausencia en muchos corazones. ¡Cuánta injusticia se comete con el prójimo, no sólo en los tribunales, sino en toda la sociedad! “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1Corintios 2:9

Por: Autor Desconocido

UNA BUENA LECCIÓN

Un joven universitario salió a dar un paseo con uno de sus profesores a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que le distinguía para con los estudiantes que seguían sus consejos. En el camino vieron un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo del lado y que a esa hora estaba por terminar sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:

-Hagámosle una broma, escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.

-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca debemos divertirnos a expensas de los demás. En lugar de eso tú puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.

El joven hizo como le sugirió el profesor, y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre trabajador, al terminar sus tareas del día, llegó a buscar sus zapatos y su abrigo. Mientras se ponía el abrigo deslizó un pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Asombrado, se preguntó qué pudo haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados pero no vio a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Los sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó  la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, mencionando a su esposa enferma y a sus hijos que no tenían pan y debido a una mano generosa desconocida podrían comer esa tarde.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.

-Ahora –dijo el profesor-, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:

-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir.

Tomado de: Historias de aliento para la familia

Autor Desconocido

JESÚS GUARDÓ SILENCIO

Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o fue un sueño. Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...

Me encontré en aquel inmenso salón con una pared llena de tarjeteros, como en las grandes bibliotecas. Al acercarme, me llamó la atención uno título: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí y empecé a pasar las fichas.Tuve que detenerme; recordaba el nombre de cada una de ellas: ¡eran de las muchachas que me habían gustado!

Ese inmenso salón, con sus ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, hasta detalles que había olvidado. Un sentimiento de expectación, curiosidad e intriga empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que me volví para ver si alguien me observaba.

El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".

Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", Peleas con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando me reprendían de niño", "Videos que he visto"...

Estaba atónito del volumen de información que había acumulado en esos ficheros. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.

Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aún así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba que había perdido.

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese momento" escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe ver estas tarjetas jamás. ¡Tengo que destruirlas! En un frenesí arranqué un cajón, tenía que vacíar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola tarjeta del cajón. Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero. Vencido e indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido del amor de Jesús". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un pensamiento cruzaba mi mente: Nadie debe entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

Mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡Él no!, ¡cualquiera menos Jesús! Impotente, vi cómo Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.

Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza; me llevé las manos al rostro y  empecé a llorar de nuevo. Él se acercó, puso sus manos en mis hombros y no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Jesús guardó silencio y lloró conmigo.

Volvió a los archivos y empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No! le grité corriendo hacia Él.

Lo único que atiné a decir fue sólo ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por qué estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado.Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado es, terminado… yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa.

En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltán más tarjetas por escribir...

Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que sí estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas

Autor Desconocido

ADORNO NAVIDEÑO

"Tu nombre, Señor, es eterno; tu memoria, Señor, por todas las generaciones."  Salmo 135:13

Se llevaba a cabo la segunda semana de diciembre de cada año. Mi madre abría su armario de cedro y buscaba alegremente entre sus más preciadas posesiones. Con cuidado iba sacando una a una las cosas que tenían mucho significado y valor para ella. Luces, el preciado árbol de Navidad, adornos y muchas cosas brillantes y fragantes que adornaban esta época del año.

Había algo especial que ponía sobre la repisa de la chimenea y transformaba toda la casa. Era un adorno navideño hecho con un pedazo del tronco de un árbol y cubierto con hisopo y cerezas artificiales. En el medio se le colocaba una vela. Tenía una brillante cinta de seda roja, adherida con un ganchito, la cual realzaba su belleza.

Todos los años, cumplíamos con la tradición familiar de recordar el significado de cada uno de los elementos del arreglo navideño. El tronco significaba la celebración, el nacimiento de Cristo. El hisopo, una hierba fragante, antiguamente la usaban los hebreos para los sacrificios. La primorosa cinta roja de seda simbolizaba la sangre de Cristo derramada por nuestros pecados. Las cerezas representaban el crecimiento, la provisión generosa. Y la vela ardía como un recordatorio de que Cristo es la luz del mundo.

A veces, en las tradiciones, o en nuestras celebraciones, o en las cosas comunes y corrientes de la vida, podemos encontrar el fundamento de nuestra fe. En ese caso, este sencillo adorno navideño con algunas hojas descoloridas, unas viejas cerezas y una cinta algo deshilachada nos habla de la eterna historia del infinito amor de Dios.

El que tiene al Hijo lo tiene Todo

Hubo un hombre muy rico quien, juntamente con su amado hijo, compartía gran pasión por el arte. Viajaban alrededor del mundo para añadir a su colección de pinturas los más finos tesoros. Obras valiosísimas de Picasso, Van Gogh, Monet y otros tantos adornaban las paredes de su residencia.

El hombre viudo, sentía gran satisfacción al ver que su único hijo se convertía en un coleccionista de arte con vasta experiencia. El ojo bien entrenado del hijo y su perspicacia para los negocios llenaban al padre de mucho orgullo cuando negociaban con coleccionistas alrededor del mundo.

Un año, cerca del invierno, la guerra acaparó a la nación, y el joven tuvo que salir a servirle a su país. Al cabo de unas semanas, el hombre recibió un telegrama. Su amado hijo había sido reportado perdido en acción. El coleccionista aguardaba ansiosamente más noticias, con temor de no volver a ver a su hijo. Después de algunos días su temor fue confirmado. Su joven hijo había muerto mientras arrastraba a uno de sus compañeros a un médico.

Afligido y solitario, el anciano se enfrentó a los días festivos de la Navidad lleno de angustia y tristeza. El gozo de la temporada que tanto esperaban él y su hijo jamás volvería a visitar su hogar.

Un toque en la puerta despertó al hombre en la mañana de Navidad. Mientras se dirigía a abrirla, las pinturas en las paredes le recordaron que su hijo no volvería al hogar. Al abrir recibió el saludo de un soldado con un paquete en sus manos. Se introdujo al anciano diciendo, -“Yo fui amigo de su hijo, a quien él trató de salvar cuando murió. ¿Puedo entrar por un momento? Tengo algo que quiero mostrarle.”

Según dialogaban, el soldado le contó cómo su hijo le hablaba a todos sobre el amor que él y su padre sentían hacia las obras finas de arte. –“No soy un artista,” –le dijo el soldado, -“pero deseo regalarle esto.”

Mientras el anciano desenvolvía el paquete, ya podía ver una pintura de su hijo. Aunque el mundo nunca lo consideraría como la obra de un genio, la pintura reflejaba el rostro del joven con detalles impresionantes.

Sobrecogido de emoción, el anciano le dio las gracias al soldado, prometiéndole que lo colocaría encima de la chimenea. Horas después de despedir al soldado comenzó la tarea de instalar la pintura sacando de su lugar obras de valor incalculable. Se sentó en su silla y pasó el día de Navidad mirando el regalo que le habían obsequiado.

Durante las semanas que siguieron, el hombre realizó que, aunque su hijo ya no estaba con él, seguiría viviendo en los corazones de aquellos que él había tocado. Se enteró que su hijo había rescatado docenas de soldados heridos antes de que una bala traspasara su bondadoso corazón.

A medida que recibía historias de la gallardía de su hijo, el orgullo paternal y la satisfacción comenzaron a aliviar su pena. La pintura de su hijo se con-virtió en su más valiosa posesión, eclipsando por mucho, todo interés por piezas que museos alrededor del mundo aclamaban. Le dijo a sus vecinos que ese era el mayor y más significativo regalo que jamás había recibido.

En la primavera siguiente el anciano enfermó gravemente y murió. El mundo del arte ya estaba anticipando que al morir el hombre y su único hijo, sus pinturas serían subastadas. De acuerdo al testamento del anciano, todas sus obras de arte serían subastadas el día de Navidad, el día en que recibió su más valioso regalo.

El día esperado por todos llegó y coleccionistas de todas partes del mundo se reunieron para participar del evento. La subasta comenzó con una pintura que no estaba en la lista de museo alguno. El subastador preguntó por la primera oferta, pero todo era silencio en el salón. –“¿Quién abre la subasta con $100?” –preguntó. Los minutos pasaron y nadie decía yo. De la parte trasera del salón se escuchó una voz, -¿A quién le interesa esa pintura? Es sólo una pintura de su hijo. Olvidemos eso y sigamos con lo que realmente vale.” Más voces hicieron eco en acuerdo a tal propuesta.

-“No, hay que vender esta primero,” contestó el subastador. –“Ahora, ¿quién quiere El Hijo?” Finalmente, un vecino del anciano habló. –“¿Tomaría $10 por la pintura? Es todo lo que tengo. Yo conocí al chico y me gustaría tenerlo.”

-“Aquí hay $10. ¿Alguien ofrece más?” preguntó el subastador. Después de un largo silencio, dijo, -“$10 a la una, $10 a las dos, vendido.” Se oyó caer el mallete. Una ovación llenó el salón y alguien exclamó, -“Ahora podemos continuar ofreciendo por los verdaderos tesoros.”

El subastador miró a la audiencia y anunció que la subasta había terminado. Un asombro de incredulidad silenció el salón. Alguien preguntó, -“¿Qué quiere usted decir con que terminó? No hemos venido aquí para un cuadro del hijo de un anciano. ¿Qué de todas estas pinturas? Hay arte por valor de millones de dólares aquí. Le demando que nos explique qué hay detrás de este asunto.”

El subastador tranquilamente contestó, -“Es muy simple. De acuerdo al testamento del padre, quienquiera que tome El Hijo… lo recibe todo.”

El mensaje que recibieron los coleccionistas el día de Navidad, es el mismo mensaje hoy: El amor de un padre cuyo mayor gozo procede de su Hijo que se fue y dio su vida para salvar a otros, y por ese amor, quienquiera que reciba a su Hijo lo recibe todo en la vida.

Autor Desconocido

AGRADECIMIENTO

Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.

Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”

Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.

Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.

Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.

Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.

Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.”  Mi lema desde entonces ha sido:

 “La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".

“Y  todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23

Por: Davy Jones

Una Historia de Acción de Gracias

“Sobrelleven unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.” Gálatas 6:2

Era la víspera del Día de Acción de Gracias, el primero que mis tres hijos y yo pasaríamos sin su padre, quien se había ido varios meses atrás. Los dos niños mayores estaban enfermos con gripe, y al menor le habían recomendado descanso en cama por una semana.

Era un día frío y nublado y estaba lloviznando. Mi cansancio iba en aumento mientras me movía de un sitio a otro tratando de atender a cada uno de mis hijos: termómetros, jugo, pañales, etc. Los líquidos que debía darle se me estaban agotando rápidamente y cuando busqué en mi bolso, solamente encontré $2.50… y se suponía que esa cantidad me durara hasta el final del mes. En eso oí sonar el teléfono.

Era la secretaria de la iglesia donde antes asistíamos. Me dijo que habían estado pensando en nosotros y que tenía algo para darnos de parte de la congregación. Le dije que iba a salir a comprar más jugo y sopas para los niños y que pasaría por allá de camino al mercado.

Llegué a la iglesia justo antes de la hora de almuerzo. La secretaria me recibió en la puerta y me entregó un sobre especial de regalo. “Pensamos en ti y en los chicos a menudo,” me dijo; “los tenemos en nuestros corazones y oraciones. Les amamos.” Cuando abrí el sobre, contenía dos certificados de alimentos por el valor de $20 cada uno. Me sentí tan conmovida que comencé a llorar. “Muchas gracias,” le dije, mientras nos abrazábamos. “Por favor, llévale nuestro amor y agradecimiento a la iglesia.”

Luego me dirigí a una tienda cerca de nuestra casa y compré algunos artículos que necesitaba con urgencia para los niños. La cantidad a pagar era un poco más de $14, por lo que le entregué uno de los certificados de regalo a la cajera. Ella lo tomó y se viró de espalda por un tiempo que con-sideré algo prolongado. Pensé que había algo mal y le dije, “Ese certificado de regalo ha sido una gran bendición. La iglesia donde asistíamos nos lo regaló sabiendo que soy una madre soltera tratando de subsistir.”

La cajera se dio vuelta con lágrimas en sus ojos llenos de ternura y contestó, “¡Querida, qué bueno, eso es tremendo! ¿Tienes un pavo?”

“No, está bien, pues mis hijos están enfermos de todas maneras.” le contesté. Entonces me preguntó, “¿Tienes algo más para la cena de Acción de Gracias?” Nuevamente le contesté, “No.”

Después de darme lo que sobró del certificado, me miró y me dijo, “Querida, no puedo decirte el porqué ahora mismo, pero quiero que regreses al interior de la tienda y tomes un pavo, pastel de calabaza y cualquier otra cosa que necesites para la cena de Acción de Gracias.”

Me quedé estupefacta y las lágrimas comenzaron a fluir. “¿Estás segura?” Le pregunté. “Sí. Toma todo lo que necesites y coge también más jugo para los chicos.”

Me sentí incómoda al regresar a tomar más alimentos, pero seleccioné un pavo fresco, batatas y papas y algunos jugos para los niños. Luego regresé donde estaba la misma cajera. Mientras colocaba los alimentos en el mostrador, ella me miró con lágrimas en sus ojos y comenzó a hablar.

“Ahora te puedo decir. Esta mañana oraba para que pudiera ayudar a alguien en el día de hoy, y llegaste tú.” Buscó su bolso que estaba debajo del mostrador y sacó un billete de $20. Pagó por mis alimentos y luego me entregó el cambio. De nuevo me puse a llorar.

La dulce joven me dijo, “Soy cristiana. Este es mi número de teléfono por si alguna vez necesitas algo” Luego tomó mi cabeza en sus manos, me dio un beso en la mejilla, y me dijo, “Dios te bendiga, querida.”

Mientras caminaba hacia mi automóvil me sentí profundamente conmovida por el amor de una persona extraña y por realizar cuánto Dios ama a mi familia manifestando su amor a través de gente bondadosa.

Ese año se suponía que los niños pasaran el Día de Acción de Gracias con su padre, pero debido a la gripe tuvieron que quedarse conmigo y pasamos un Día de Acción de Gracias verdaderamente especial. Se sintieron mejor y todos pudimos comer de lo sabroso de la generosidad del Señor, y nuestros corazones se desbordaron en agradecimiento…

Por: Andrea N. Mejía

“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en ustedes toda gracia, a fin de que teniendo todo lo suficiente, abunden para toda buena obra. Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre.” 2 Cor.9:6,8-9

LA LECCIÓN DEL ANILLO

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa y de tan poco valor que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"

El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.

Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.

-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.  Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.

58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.

Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

Autor Desconocido

LA TENSIÓN Y LA SERENIDAD

"Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo." Mateo 14:23

"Linda," le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.

La tensión se ha convertido en algo muy común, sobre todo en la última década. En algún momento de la vida, a todos nos abruman las muchas cosas que tenemos que hacer y las tendencias perfeccionistas.

En el artículo "Confesiones de un adicto al trabajo" el psiquiatra Paul Meier escribió: "Habiendo crecido con una sobredosis de ética laboral evangélica, fui un alumno sobresaliente que, de alguna manera, me extralimitaba...Era un adicto al trabajo de primera clase y estaba orgulloso de mí mismo. Creía que eso era lo que Dios quería de mí."

Pero después, con la ayuda de algunos amigos, la convicción del Espíritu Santo y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier estableció nuevas prioridades. En su lista figuraba primero: "Conocer a Dios personalmente."

Hizo la siguiente observación: "Aprendí a aceptar que vivo en un mundo imperfecto. No tengo que tratar de suplir todas las necesidades de mis semejantes. Aprendí a confiar en Dios en vez de salir a auxiliar al mundo. De todas maneras, Él va a hacer el trabajo mucho mejor."

También Jesús debe de haberse sentido exhausto por las exigencias que recaían sobre su persona. Cuando se fue a orar a solas, nos dio un significativo ejemplo que debemos seguir todos los días.

"Querido Padre celestial, ayúdame a que la serenidad sea una prioridad en mi vida, sin importar la hora del día. En todo momento, puedo venir solo al huerto y escuchar tu voz."

¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO?

Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.

Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia  él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”

Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?”  Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.

Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”

De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray

JARDINES SECRETOS

"Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén."
Ezequiel 36:35

La obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett, ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin, el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido, exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido en el jardín.

Poco a poco, Mary persuade a Collin a que, paso a paso, deje su egoísmo y trate de sanarse. Finalmente, prevalece su tenaz insistencia y Collin pasa tiempo afuera, restaurando el jardín que con tanta dedicación había plantado y cuidado su madre. El jovencito volvió a cobrar ánimo y se le fue la tristeza y la amargura del corazón. El trabajo en el jardín lo ayudó a sanar, no solo en el cuerpo y espíritu, sino en la relación distante con su padre.

Los jardines que no se cuidan durante años, producen espinas que ahogan la vida y ocultan la belleza. Pero, al quitar los escombros del pasado y abrir camino en esos jardines descuidados, descubrimos algo notable: Hay una vida dulce y hermosa esperando ser llena de la divina fragancia del cielo. Alrededor nuestro hay "jardines" que esperan ser descubiertos, y están en nuestra casa, en el vecindario, en la escuela, en el trabajo. Se nos ha dado la llave, y no es un secreto cuáles son los jardines que podemos ayudar a hermosear al compartir el amor de Dios con los demás.

LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA

Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles.

Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta envi-arnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura".

Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.

A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.

Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera.

Autor Desconocido

El Pequeño y el Grande

David era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo. Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el símbolo filisteo de la fuerza física.

Risas burlonas se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible? Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el mejor entre los filisteos.

¿Qué traía David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro desastre.

Mientras Goliat se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño, confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande, fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil, sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así respalda a los que en Él confían.

Por miles de años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había fallado, el Todopoderoso Dios.

"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó."   Romanos 8:37

Pie Deforme

Phillip Carey, un huérfano y el principal personaje en la novela de Of Human Bondage, nació con un pie deforme. Debido a su deformidad, cuando era niño, sus compañeros de clase se burlaban de él y lo excluian de sus juegos.

En una escena conmovedora, el joven Phillip se convence de que si ora intensamente, Dios le sanará el pie. Sueña despierto durante horas con la reacción de sus compañeros cuando lo vean llegar a la escuela con el pie sano. Se ve a sí mismo corriendo más rápido que el más veloz de sus compañeros, y se siente feliz imaginando la cara de asombro de sus atormentadores. Al final, se va a dormir esperando ver, cuando despierte a la mañana siguiente, su pie completamente sanado. Pero el día siguiente se presenta sin cambio alguno. Su pie seguía deforme.

Aunque esta fue una de las tantas desilusiones en la vida del joven Phillip, fue un punto de cambio importante en su aprendizaje para afrontar las duras realidades de la vida. Fundamentado en una fortaleza interior que desconocía tener, se dio cuenta de que la deformidad de su pie no iba a determinar su destino, pero la forma en que respondiera a ella haría toda la diferencia en su vida. Si la veía como una deformidad que lo imposibilitaba, su vida estaría limitada. En cambio, empezó a ver su incapacidad como un obstáculo para vencer, y no se dejó abatir.

La vida está llena de grandes oportunidades que aparecen disfrazadas como frustraciones muy devastadoras. Para Phillip Carey, era su pie deforme. Para el apóstol Pablo era un aguijón en la carne. Sea lo que sea en tu vida que pretenda retarte para impedir que alcances victorias, no te desesperes, no te desalientes, no desmayes. Con la ayuda de Dios, tú también puedes cambiar tus cicatrices en estrellas, y tus impedimentos, en fortalezas.

"Me fue dado un aguijón en mi carne ..." 2 Corintios 12:7

UNOS ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS

Faltaban cuatro días para Navidad. El espíritu de la época no se había puesto a la par conmigo todavía, aún cuando el estacionamiento de nuestra tienda de descuentos local estaba lleno. Dentro de la tienda, era peor. Los carros de compras y los clientes de última hora llenaban todas las áreas.

-¿Por qué vendría a comprar hoy? Mis pies me dolían tanto como mi cabeza. Pensar en algo para el que lo tiene todo, y con los precios tan altos, consideraba la compra de regalos cualquier cosa menos una diversión. Rápidamente, llené mi carro con artículos de última hora y me añadí a la larga fila para pagar. Tomé la más corta, pero aún así tuve que esperar bastante.

Frente a mí habían dos niñitos, un niño como de 5 años y una niña un poco menor. Ambos lucían andrajosos y desaliñados. El niño llevaba algunos billetes arrugados en sus manos sucias. La carita de la niña estaba marcada por residuos de comida de la noche anterior. En sus manos llevaba un par de zapatillas doradas. Mientras la música sonaba en la tienda, la niña tarareaba algo desafinada, pero contenta. Cuando, por fin, les llegó el turno para pagar, puso las zapatillas en el mostrador con mucho cuidado, como si fueran un tesoro.

La cajera le dijo que eran $6.09. El niño puso encima los arrugados billetes mientras buscaba en sus bolsillos. Solo tenía $3.12. –“Creo que tendremos que devolverlas a su lugar”, dijo valientemente. “Volveremos en algún otro momento, a lo mejor mañana.” Al decir eso, la niña comenzó a sollozar.  –“Pero a Jesús le hubieran gustado tanto”, dijo. “Bueno, iremos a casa y trabajaremos más. No llores. Volveremos”, le aseguró el niño.

Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos niños habían esperado en la fila tanto tiempo y, después de todo, era Navidad. Inmediatamente sentí unos brazos a mi alrededor y una vocecita que decía, “Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir con que a Jesús le gustarían los zapatos?“ Le pregunté.  El niño me contestó, “Mami está enferma y se va para el cielo. Papi nos dijo que podría irse antes de Navidad para estar con Jesús.”

La niña dijo, “Mi maestra de escuela dominical dice que las calles en el cielo son de oro brillante, como estos zapatos. ¿No se vería mi mami hermosa caminando con estos zapatos por esas calles?  Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver su carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le contesté, “Estoy segura que se verá muy hermosa.”

Silenciosamente, le agradecí a Dios el haber usado a estos niños para recordarme el verdadero espíritu de dar.

De alguna manera, no solo en Navidad, sino durante todo el año
el gozo que tú das a otros, es el gozo que regresa a tí.

Autora del artículo:  Helga Schmidt

TE  PERDONO

"Creced en la gracia"
2 Pedro 3:18

Gustavo ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se sentía muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió culpable por su conducta.

Mirando los ojos llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste. Por favor, perdóname."

Sin dudarlo un instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en su niñez y hacer algunos cambios.

Gustavo estaba muy consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones, y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta. Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse más humilde.

"No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!" Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.

UN SENDERO DE LUZ

"Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105

Muchos jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL, E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que resplandecían como diamantes.

Hasta la luz más pequeña colocada en el lugar estratégico puede iluminar un gran sector. Esto es lo que sucede en el museo de Israel, en la sala en honor a los niños que fueron asesinados en el holocausto. Hay solamente seis velas que alumbran la sala. ¿Cómo es posible? Porque están estratégicamente colocadas delante de varios espejos en ángulo, que multiplican la luz de las llamas e iluminan toda la sala.

Alrededor del año 1800, un monje llamado Walter Denham, de Bélgica, colocó una vela encima de sus gastados zapatos de cuero. Luego, con las velas encendidas, podía atravesar la fría y oscura abadía de piedra dando un paso a la vez.

Tal vez te encuentres en medio de oscuras circunstancias, ya sea que no puedes controlar, o debido a un hábito que no puedes dejar. Quizás te sientas solo y vacío. De la misma manera en que Walter usó las velas para alumbrar su camino, tú también puedes encontrar tu camino espiritual.

¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu camino? Confíar en la ayuda de Dios es como tomar una lámpara en la oscuridad. Como la luz del amanecer disipa la oscuridad de la noche, la Palabra de Dios muestra la oscuridad de nuestro corazón e ilumina la verdad de que tenemos un Padre celestial que nos ama y nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del mundo.

La oscuridad es la ausencia de luz; y como Dios es luz, en Él no hay tinieblas algunas.

CESTA DE AMOR

"Aún en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y verdes ..."
Salmo 92:14

María, una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le comentaba los acontecimientos del momento, le leía las Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene."

A medida que las amigas de María iban muriendo, ella se sentía triste porque las extrañaba, pero nunca dejaba de servir al Señor. Encontraba nuevas amigas y seguía compartiendo el amor de Dios hasta que Él la llamara a su hogar celestial.

Como una firme cesta utilizada para una gran variedad de necesidades prácticas, María llenaba su corazón y su vida de amor hacia los demás. Con el tiempo y mucho uso, las cestas pueden quedar en desuso, pero Dios sigue utilizando a sus hijos para ayudar a otros, siempre y cuando estemos dispuestos.  Ya sea que ministremos por medio de la oración, supliendo sus necesidades físicas, enviándoles tarjetas, o simplemente haciendo una llamada telefónica, todavía podemos servir a Dios.

María, no solo creía en Dios; ella vivía la fe compartiendo su cesta de amor de Dios con todos los que le rodeaban.

 

 

 

 

 

 

"No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor." Lucas 2:10-11

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz

 


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